miércoles, 12 de junio de 2013

El jinete fantasma



Ese día estuve a punto de no salir, tal vez presintiendo algo. Además era un poco tarde, pero después
de vacilar varias veces me calcé los deportivos y salí a la ruta.
Caminando a paso ligero doblé hacia una carretera que solía evitar por tener muchas subidas.   Un viento sur algo cálido me llegaba de frente, la carretera subía y bajaba por largas y empinadas cuestas, que casi me quitaban el aliento.
A ambos costados el campo ascendía hasta la cima de cerros redondeados y agrestes.  A la distancia se amontonaban unos nubarrones oscuros. Yo seguía caminando sin prestarle mucha atención a lo que me rodeaba, pero una quietud creciente me hizo observar con atención el paisaje. Entonces noté la ausencia de pájaros en los alrededores. La naturaleza estaba como expectante; era la clásica calma que antecede a las tormentas.

Al llegar a la cima de una subida vi que una tormenta avanzaba rápidamente desde el sur.  Se elevaba desde el horizonte y tenía un tono verdoso, unas franjas de nubes iban a la vanguardia, características de las tormentas impulsadas por fuertes vientos. Había caminado hacia la tormenta, al volver la tenía a mi espalda, rugiendo ferozmente. El sol ya estaba muy bajo, al cubrirlo la tormenta el paisaje se oscureció repentinamente, la vez que el viento se hizo más fuerte.
Los pastizales de los cerros se aplanaban por los azotes del vendaval, los relámpagos comenzaron a surcar el cielo embravecido, algunos rayos hicieron temblar la tierra. Luego, una cortina de lluvia, maciza, compacta y estruendosa, bajó de golpe sobre el campo que se conmocionaba bajo la furia de los elementos.  La lluvia era tan intensa que me dificultaba ver. Completamente empapado y calado de frío hasta los huesos, seguí avanzando a través de la sofocante cortina de agua que caía muy inclinada por el viento fuertísimo que la acompañaba.

Algo reluciente me hizo mirar hacia un costado, entonces vi entre aquel caos, en aquel oscurecido paisaje erizado de lluvia, iluminado por momentos por terribles rayos, la aparición fantasmal y luminosa de un jinete cabalgando por encima del campo sin pisarlo, pues las patas del caballo se agitaban en el aire. La crin del fantasmal animal ondulaba lentamente; el jinete tenía una espada en la mano y la apuntaba hacia adelante, como si estuviera guiando a un ejército invisible hacia la batalla.
Vi la aparición sólo por un instante, después desapareció en la tormenta. Al llegar a casa sentí un gran alivio, pero la caminata bajo la tormenta ya me había afectado. Durante la madrugada me envolvió la fiebre, y hasta el amanecer estuve tiritando y sufriendo de pesadillas, en donde veía una y otra vez al jinete fantasma galopando en la tormenta.

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